domingo, 15 de marzo de 2009

MONCAYO Y LA GORDA DEL TREN






FELIZ CUMPLEAÑOS, MONCAYO

Hoy cumple años Moncayo. Su auténtica edad es un misterio. Se le conocen varias edades pero ninguna es real. Por biología se le atribuyen ochocientas seis lunas; por experiencia de vida, mil seiscientas doce y por humanidad y sabiduría dos mil cuatrocientas dieciocho. No es tan mayor como para no parecer joven ni tan joven como para no poder ser abuelo. De hecho, Mikel, su primer nieto, nacerá, presumiblemente, el próximo 14 de abril, día de la República, coincidiendo con la luna llena y el estallido de la naturaleza y de la vida.
El nacimiento de Mikel será para Moncayo el inicio de un tiempo nuevo en el que las mejores lunas estarán por llegar.






El texto anterior es de mi tío. Decidimos que hoy Moncayo debería tener su momento de gloria y así lo hemos hecho entre los dos. Pero tengo que añadir que aunque él (mi tío) no señala la edad real, si lo ha hecho el propio Moncayo en este blog, asique el que quiera saberlo que investigue. (Lulú, te veo revisando todo el blog. ¡¡¡Jooooooder!!!!)

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ZORIONAK MONCAYO !!!!!!!!

Gracias a todos por vuestras “flowes” sobre el comentario de ayer. Como veo que os ha gustado mi forma de explicar lo que nos sucede con la quimio a veces, pues he pensado que otro día os hablaré de otros dos efectos secundarios que produce: el estreñimiento y la diarrea. Os los explicaré paso a paso, porque no son un estreñimiento normal, ni una diarrea normal, no,no. Son algo más. ¡Son unas sensaciones… que te cagas!

Para Ángel y para Moncayo, yo también os voy a contar una anécdota que nos pasó en la estación de trenes de la que habláis.
Hace un par de años hicimos un viaje a Madrid y fuimos en tren. Para hacer unas risas, porque íbamos con mi tío Jose and family. El viaje fenomenal, en Madrid fenomenal (que pasada de frio), todo genial hasta que llegó la hora de volver. En la estación de Madrid nos dicen que no sabían que pasaba pero que nuestro tren no estaba. Una hora, dos horas, tres horas. La gente con un mosqueo… y sale el pringadillo de turno y nos dice que tenemos que ir en autobús hasta Burgos y que allí nos recoge el tren. Casi hay hostias. Todos a los autobuses. Entre todo el barullo de gente hay una señora, bien potente, que solo se le oye repetir –“pues yo viajo en tren porque el autobús me marea y acabo vomitando”. Maletas aquí, maletas para alla… y la gorda –“¡vaya faena, yo en el autobús me mareo toda!”

Resumiendo, no sé cuantos autobuses para montar, no sé cuanta gente, pero mogollón por lo menos y cuando acabamos organizados en nuestros asientos del autobús, unos entrando por delante y otros por detrás, oímos a nuestra espalda, justo en el asiento de atrás –“¡vaya faena, no ha arrancado el autobús y ya estoy toda mareada…!” ¡¡¡ Joooder, la señora !!!

El viaje no lo cuento, os lo ahorro. La anécdota fue cuando llegamos a Bilbao, después del trasbordo (que tampoco os lo cuento, porque da para otra hora) a mi madre le sale la vena reivindicativa y dice –“ahora mismo pongo una queja del viaje”. ¿Ahora mismo? Si,si… a las seis de la mañana nos fuimos a casa. La puta queja duró más que el puto viaje.

Por cierto la “vomitera” no vomitó, pero yo fui todo el camino pensando –“¡a que esta la arma…!”