jueves, 24 de septiembre de 2009

¿QUÉ EPIDEMIA?




Hoy he acompañado al abuelo Pedro al urólogo.


El urólogo del abuelo Pedro es un médico afable, de esos que en cuanto abres la puerta de su consulta se levanta diligente de su silla y te ofrece de manera obsequiosa su mano. Ese gesto de proximidad que habitualmente transmite es, junto a sus conocimientos y experiencia, una muestra de confianza que refuerza su eficacia como médico. No obstante, la consulta de hoy ha sido algo distinta.

Esta vez, al entrar en su despacho, el abuelo Pedro y yo nos hemos adelantado al doctor y le hemos ofrecido nuestras manos queriendo mostrarle nuestro reconocimiento a su tradicional acogida. Ese ha sido el momento justo en el que el doctor de forma suave, pero extremadamente sería, ignorando el ofrecimiento de nuestras manos, nos ha dicho con gesto y tono solemnes:
-Siéntense. Hoy no nos daremos las manos para no contagiarnos.

El abuelo Pedro y yo nos hemos mirado incrédulos como preguntándonos “¿contagiarnos de qué?” Tanto la mano del abuelo Pedro, como la mía propia, se han balanceado en el aire más que las piernas la Paulova, a la vez que se retiraban pudorosamente en busca de cualquier bolsillo en el que encontrar acomodo.

Con su gesto, el doctor había tirado por la borda años de confianza y proximidad humana. Y es que las medicinas son la mitad de la eficacia de un tratamiento. La otra mitad es el efecto placebo de la empatía médico-paciente.

¡Qué raro se está volviendo el mundo! Quieren que no nos toquemos, que no nos besemos, que no nos aproximemos….Buscan instaurar el amor intangible, la ternura sin roce, el sexo sin eso…Y a lo mejor lo consiguen, pero no será lo mismo. Están locos. E ignoran verdades obvias que hasta mi nieta UNE, con cuatro años, reconoce. Y es que cuando le digo “ven, cariño, que te limpio la suciedad de las uñas”, ella siempre me responde invariablemente “no es susiedad, abuelo, son bichitos” Pues eso, joder, convivimos, nutrimos y alojamos en nuestro organismo millones de bichitos de todas clases como para ponernos ahora histéricos por uno más.
Claro que aún nos quedan dos por inocular: el miedo y la estupidez humana. Pero todo se andará.
TP.