lunes, 16 de marzo de 2009

CÁNCER, con normalidad

CÁNCER, con normalidad

Mi amigo Iñigo (con cáncer de pulmón, sin haber fumado nunca) me llamó hace varios días.
-Paco, ¿qué tal te viene quedar el jueves a comer?
-Bien, voy de viaje pero antes podemos comer un menú en algún sitio. ¿Dónde has quedado y con quién?
-Con Junami, un amigo común y médico de Cruces, y con Edu (con cáncer de colon)-contestó Iñigo.
-Vale,-respondí yo-cuenta conmigo.

Un día antes de la cita mi hermana Pilar (con cáncer de pecho) ingresa en el hospital porque “ha hecho un pico de fiebre” al tener las defensas sumamente bajas. Tras varias horas de permanencia con ella en el box fui relevado por mi padre ( un valiente octogenario ) y tras despedirme de Tomás y Axel (con un osteosarcoma de huesos) que estaban ese día a hacer análisis, me fui en busca de mis amigos.

Tras los saludos y la alegría del encuentro, a Edu hacía años que no le veía, nos exiliamos en una tasca popular y allí degustamos, preparadas por unas manos angelicales, las mejores viandas del mundo: pulpo a la gallega, champiñones a un ali-oli propio de dioses y unos mejillones con banda de música. Y todo ello regado con dos botellas de vino de crianza de La Rioja propias de emperadores en su mayor esplendor.

Nos reímos más que simios de Borneo. Nos reímos de todo y de nada: de Ibarreche, del “putomorodeHilari”, de los trapicheos de influencias de la vieja y gorda enfermera de Junami, del puto gerente del hospital, del “tontoelculodeMadrazo”, de lo gruñón que es Txikerra, del sillón del “doctor Juanmi”, con muelles más rígidos que la pierna baleada de un honorable caballero de la División Azul, de la puta Iglesia. Y otra vez de la puta Iglesia y del “tontoelculodeMadrazo” ¡Y nos quedamos de bien!

Al despedirnos, los cuatro éramos conscientes de que la vida es como la paz: una tregua entre dos guerras. O que, como decía Jaime Gil de Biedma “…que la vida iba en serio lo supimos más tarde”.