Hoy ha hecho cuatro meses que mi abuelo se fue. Lo sigo echando de menos pero como ya dije en su día, él sigue estando conmigo y en mis recuerdos. En cada momento.
En mi mano llevo su anillo que cada día acaricio como él lo hacía conmigo cuando estaba a mi lado. Bastaba que le dijese –abuelo hazme cosquillas, para que se estuviera un buen rato acariciándome la espalda mientras me contaba alguna de sus historias o simplemente aguantaba unas de mis interminables luchas en la play. Le daba igual el tiempo que fuera, él siempre tenía todo el suficiente para dedicárnoslo a mí o a mi prima.
Recuerdo aquel verano en el pueblo de Salamanca donde mi tío Juanma nos dejó-regaló un conejo a mi prima y otro a mí. Recuerdo la complicidad que mi abuelo tenia con nosotros para cuidar a los animales. Todas las mañanas cuando nos levantábamos él ya nos había cortado hierbas frescas para que les diéramos de comer a los conejos. Para nosotros era, quizás un simple juego pero para él era algo más, teníamos que cuidarles.
A mí siempre me han encantado los animales y cuidarles, pero él nos enseñaba como teníamos que tratarlos. Nos enseñaba cómo, cuándo y qué tenían que comer, la necesidad de agua y sobre todo la limpieza (que siempre le tocaba a él).
Que divertido fue aquel verano. Primero Cádiz y luego la “aventura” de los conejos.
Gracias abuelo por tu colaboración en días felices.
Te quiero.