martes, 2 de junio de 2009

BABEL. OF MY UNCLE "PACO"

Texto de mi tío Paco, el poliglota:
BABEL

Mis supuestas habilidades linguales son sólo una leyenda creada y alimentada por Mocayo. Pero leyenda. Para desmontarla voy a contar cuatro anécdotas que sitúan mis conocimientos idiomáticos en un umbral de mínimos. Y ello, pese al esfuerzo, en algunas etapas de mi vida por aprender francés, inglés o euskera. Intento vano. El castellano y más bien justín.
Pese a mi precariedad idiomática (no más allá de una docena de palabras sueltas de cada idioma) nunca he renunciado a viajar a donde fuere menester. Y siempre regresé ileso. Eso sí, en ocasiones fui objeto de mofa, befa y despotorro. Pero ese es el precio de mi ignorancia.

Primera anécdota. París. Reunión de personas de varios países. A la puerta del hotel esperan un grupo de taxistas para trasladar a cada uno a su propio destino. El mío es el aeropuerto Charles De Gaulle. Así, ni corto ni perezoso me dirijo a uno de los taxistas y con decisión le espeto:
-Yo, Charles De Gaulle .
El rostro del taxista se congestiona y empieza a hacer pompurrutas con los mofletes, hasta que estalla en una carcajada incontenible, mientras se dirige al resto de compañeros de gremio en un francés macarrónico del que yo no pillo nada más que las estentóreas risotadas. Ahora sí, de todo el gremio a la vez y haciéndose coro unos a otros.
Ante mi cara de desconcierto e indignación se me hacer otro taxista y me dice.
-Pegdone señog, pog las gisas pogque no quegemos faltagle al gespeto , pego es que el compañero taxista nos ha dicho: “ahí hay un tío que dice que es Charles De Gaulle, ¡Y si el es Charles De Gaulle yo soy Napoleón; no te jode!

Segunda anécdota. Inglaterra. Mis conocimientos del inglés son justamente los adquiridos en las etiquetas de ropa, los discos de música o las bolsas de té. La escena se sitúa en un púb inglés. El camarero se dirige a mi con una larga y ceremoniosa parrafada de la que yo inteligentemente deduzco que me está preguntando qué deseo. Cosa obvia al ser él un camarero y yo un cliente.
Por aquello de ambientarme y empaparme de la cultura imperial del país, recurro al tópico lo sé, y muy circunspecto le digo:
-Yo, un “ti grin”.
El tipo, que era inglés pero no tonto, estira el cuello como una garza, traga saliva e intenta mantener la compostura como puede, pero a pesar de su flema inglesa termina reventando en una carcajada mitad graznido mitad rugido animal, más propio de un tigre bengalí en época de celo, que de un educado hijo de la Gran Bretaña.
Yo no le vía la gracia a la situación pues yo sabía que té en ingle es “tee” y verde es “green” . Así que pensé que debía de ser cosa del maldito humor inglés.


Tercera anédota . Francia, otra vez. Las Landas. Caserío vasco donde se me espera para darme alojamiento. Me recibe a la puerta un tipo fornido con un aire de gabacho que no se lo salta un toro. Me dirijo a él y le digo:
-Jesuis Francois, y bla, bla, bla, bla ( en un francés tan particular que si Robespierre levantase la cabeza me pasaba por la guillotina)
El tipo aquel daba muestras de no entender ni potorro.
No me desanimo, y como estamos en Euskadi Norte, vuelvo a la carga:
-Ni Patxi naiz , y bla, bla, bla ( en un euskera de Recaldeberri que si Detxaparen resucita me pega con la Biblia euskaldun en el dun-dun, para que aprenda.)
Pues nada, el tipo aquel seguía sin inmutarse y con un cara de esfinge superior a la de Calvo Sotelo cuando era presidente de España.
Yo me empiezo a impacientar, pero como soy hombre de recursos, apelo a mi dominio del idioma universal, para los casos que se me resisten, que es el inglés, y de cuyo dominio tenéis ya conocimiento. Así que me armo de valor y le digo:
-I am Frank , y bla, bla bla (pobre de mi cabeza si llega a oírme Eduardo VII).
Y otra vez nada; aquel tipo continuaba impasible e inmutable. Yo, por mi parte ya empezaba a pensar en el mimo como última y desesperada opción cuando el que yo creía supuesto y jodido gabacho abre lentamente la boca y con una parsimonia exasperante dice:
-¿Qué tal si hablamos en español dado que soy navarro?


Verídicas. Las tres anécdotas son absolutamente verídicas Si, sí reíros que seguro que a vosotros no os han pasado menos gordas. ¿Me engaño?